martes, 21 de abril de 2015

El lecho sintético de su nuevo mundo. (Una despedida)


En las noches en que te leo (vieja amiga, quimera querida, deseo de lo que nunca serás) o en las mañanas de mis desvelos miro tu rostro amable, tus ojos sonrientes en un distante mundo, feliz con tus nostalgias de otros y tus inquebrantables sueños. Estoy triste, lo admito, triste porque estás, y estás bien, sonriente en la otra orilla del amargo río de los años. Ahora que has recorrido las estepas de la incertidumbre para llegar corriendo, casi jadeante, a los jardines del amor primaveral del inicio de los tiempos donde pudiste(te atreviste a) brincar a las ciénegas fangosas de los muchos, aún recuerdan tus ojos hermosos el futuro lejano. Pero también esquivaste mi arpón envenenado , lo corroíste hasta convertirlo en amables lechugas y huertos hogareños. ¿Sabías que yo también soy así, como las lechugas que se niegan a vivir sin agua? Ahora gritas, lejos, envuelta en tu piel de terciopelo, en tus hombros mordidos, para delirio del presente que te reza estas noches. ¿Tu también rezas?
Un día te vi en la calle vendiendo baratijas de cristal, brillantes eran las piedras que colgaban en sus cadenas. También te vi vendiendo comida, para que algunos pudiéramos vivir un poco más en los matorrales de las esperanzas. Hoy te miro de lejos, entre los cables del mundo nuevo que fue creado el siglo pasado. Miro tus nuevos brillos, en las inducciones de lo que podría pasarte, de los escuadrones del ritmo o el capitán pijama que en los setentas hicieron música en cassettes antes de que la historia se escribiera con viniles, pero más importante aún, es lo que nunca fue. Las ideas que para siempre naufragaron en ese nosotros tan fugaz, en esta canción improvisada de la vida, que fluye taciturna en el lecho de un ritmo sintético en un mundo que nunca será el mio, ahora se ríen en el fondo del mar pasado.
Cuando el agua recorre nuestros cuerpos en realidad se despide de ese único momento en que nos rodea y envuelve. Nunca volverá, pues se esparce entre las minúsculos granos de tierra, la invade, para sembrar su húmeda fertilidad. De su sexo eterno nos llena de vida, del azul de sus mitos se traduce en el transparente vino que embriaga la vida. Y en un lugar muy lejano, cual cuento de antaño, en otra tierra se despierta la luna de un mundo que si es el mio.